La Cenicienta es el personaje del cuento con el que se suele catalogar al equipo débil. Al menos así es empleado en términos del deporte. El Schalke se plantaba en el Bernabéu como la hermana infravalorada y destinada a las labores oscuras, lo que muchos catalogaban como una banda en esta situación. Nada más lejos de la realidad, lo que muchos olvidan es que en está cuento, la chica olvidada se convierte en princesa. El conjunto teutón llegaba vilipendiado por todos y a punto estuvo de convertirse en el rey de la noche madrileña.
En esta historia, una calabaza se convertía en un carruaje para el personaje principal. Ayer la calabaza fue el Madrid. Vacío de juego y de ideas y iba a la misma velocidad que este vegetal. Frágil porque cada vez que caía se partía en mil pedazos. La capacidad defensiva era inexistente salvo cuando todos veían peligrar lo que daban por seguro. Un ente sin espíritu donde ante la misma siempre se aclaman a los mismos con el afán de una remontada.
El Schalke salió sin miedo, sin nada que perder. Los blancos, atenazados porque creían que se llevarían el premio sin hacer nada por ello. O tal vez relajados, con unas rotaciones de jugadores que ya piensan en qué ciudad será su próxima fiesta (y tienen derecho a salir a disfrutar). Estos son hombres como Khedira y Coentrao, que deben tener ya sus pertenencias en cajas en vistas a su destino en verano.
Aunque dentro de la oscuridad se puede sacar aspectos positivos. La vuelta de Modric demostró que todo es mejorable. Los dos goles de Cristiano dicen que poco a poco volverá a la senda perdida. O la clasificación para unos cuartos que se disputarán en un mes, cruzan los dedos en Chamartín. Recuperando a lesionados y el orgullo y las ganas perdidos pueden volver a acercarse a aquel equipo que deslumbró a finales de 2014.
Es hora de reescribir la historia, o de releerla mejor dicho. Al Madrid le salvó que sonó la campana en forma del pitido del árbitro. El minuto 94 se convirtió en las doce de la noche para los de Gelsenkirchen. Al final se dejaron el zapato en el Santiago Bernabéu sabiendo que el príncipe no irá en su búsqueda. Para ellos, su zapato fue que el estadio rival apreció su grandísimo partido en una sonora y merecida ovación cuando tocaba volver a casa.
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