miércoles, 25 de abril de 2012

Cuando caer es menos duro si se es fiel a uno mismo

Llegar durante dos años seguidos a las semifinales de la Champions es muy complicado pero no se valora porque en el fútbol no hay memoria. Hay algo aún más difícil o que podría considerarse imposible es llegar cinco ocasiones consecutivas, año tras año acostumbrando y malacostumbrando. Esto lo ha hecho el Barcelona, y lo ha hecho con un estilo propio, un fútbol de diseño.

Hace unos años llegó Pep Guardiola a un equipo que pasaba por un momento bajo, un periodo de transición donde las estrellas del plantel hacían o deshacían a su gusto. Era un equipo con Ronaldinho o Deco, grandes jugadores marcados por su vida extradeportiva.

Ahí llego Pep sin experiencia en una categoría de élite como entrenador pero con un perfil y unas ideas muy marcadas e identificadas con la historia del club desde que Johan Cruyff cambiara toda una mentalidad. En ésas decidió limpiar, sacar aquellos mecanismos que estaban oxidados y que perjudicaban la química del vestuario. 


Una vez hecha la criba, tomó la decisión de conceder los galones a futbolistas de la casa, principalmente a tres hombres: Messi, Iniesta y Xavi. Messi todavía no era el jugador que todos conocemos, era una chico a la sombre de un astro brasileño que se apagaba como Ronaldinho. Iniesta era el chico tímido al que su anterior entrenador, Riijkard, no le acababa de dar la confianza. Y Xavi, ese faro que iluminaba en la sombra, el que marcaba el tiempo y que venía de ser primordial en la Eurocopa ganada por la selección española.


Los comienzos fueron duros, pero fiel a su mentalidad fue dando oportunidades a jugadores jóvenes. El público no comprendía lo que ocurría, pero de repente, se realizaron en una visión, un rodillo que jugaba al toque, sin complejos ni complejidades, todo era fácil. Comenzaron a caer los triunfos uno tras otro hasta que al final de la temporada eran campeones de todo.

Los siguientes años fueron trayendo nuevos valores que venían de La Masía, pero no había quién ya pudiera  dudar de lo que se llevaba a cabo. Pasaba el tiempo y el hambre hacía que zamparán competiciones, no sin alguna decepción, sin poder detenerse, como si fuera por gula.

Han pasado cuatro años y nadie sabe lo que Guardiola hará pero tienen que estarle agradecido por lo que ha hecho. En la última semana, desde los medios de comunicación se le ha criticado por estar supuestamente erróneo en sus planteamientos. Eliminación de la Champions League en manos del Chelsea y perdida de la Liga en su propio estadio ante su archienémigo, el Real Madrid.

Llueven sopapos en forma de opiniones, pero... Ha caído siendo fiel a un estilo. Tal vez en ocasiones se convirtió en excesivamente ornamental y poco efectivo. Faltaron los disparos desde fuera del área cuando el rival se encerraba y sobraba el juego aéreo. Lo que no se puede poner en duda, es que su apuesta ha sido siempre la misma, dar oportunidades a la gente de la casa, a aquellos que han vivido el club desde que eran niños. Se le importunó diciendo que Thiago, Tello o Cuenca no pueden ser titulares en esos partido, pero ellos respondieron con buenos partidos e intentando su juego de forma constante. Nadie le criticó cuando en su momento dio la oportunidad a unos imberbes Pedro o Busquets.

Por todo ello, no se puede hacer crítica hacía el entrenador blaugrana, pues él, y sólo él, ha sido un preparador que confió en todo momento a sus jugadores pero que sobre todo confió en todo aquello que le llevo a él y a su equipo a los altares de la historia del balompié. Por todo lo que ha hecho, el equipo y su preparador no merecen otra cosa que aplausos, ovaciones y admiración, como se demostraron los aficionados ayer en el Camp Nou.


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