viernes, 18 de mayo de 2012

El partido del año

Cualquiera que intentara prever una final de la Champions al principio de la campaña hubiera visto al Real Madrid jugando contra el Barcelona, o en su defecto, a uno de los dos titanes de Manchester en el último encuentro. No obstante, ha llegado la hora, mañana es el gran encuentro del año, y no estará ninguno de ellos. Estarán el Bayern de Múnich, el otro candidato, pero infravalorado, y el Chelsea, allá cuando nadie creía.

El Bayern está ante su oportunidad de dar un golpe y sumar su quinto título. Nunca se habla de ellos, son un equipo bajo la sombra que siempre compite hasta el final siendo fieles a la filosofía de un país. Nunca se les considera un grande, pero lo son. Muchos mitos han pasado por sus filas: Beckenbauer, Müller, Meier o Breitner. 

Ha llegado porque ha sido el mejor durante toda la copa, en la fase de grupos contra el City, el Nápoles y el Villarreal, o dejando fuera en las eliminatorias al Madrid. Ha jugado un fútbol rápido apoyado en sus dos hombres de banda, Ribery y Robben, la visión de un sorprendente para quien no le conociera Kroos, el remate de Mario Gómez, el gran guardameta que es Neuer, entre otros. 

Jugar en su propio estadio el encuentro decisivo fue un aliciente para el conjunto bávaro, que peleo por conseguir el sueño en realidad. En el banquillo, un entrenador al que no se valora como mereciera, Jupp Heynckes, que siempre creyó en su proyecto. El conjunto alemán quiere entrar en el cielo donde está los mejores de Europa y lugar al que por mucho que haga parece no habérsele permitido el acceso.

En el otro lado, el Chelsea de Abramovic, que desembarcó en el barrio de Fulham con capital ilimitado para llevar al equipo ante lo más alto del balompié europeo, algo que sólo un inoportuno resbalón de Terry evitó en su momento. 

De manera increíble y en una temporada convulsa han llegado ante la que se presupone última oportunidad de una generación en el ocaso de sus carreras. Empezó la temporada con el joven y prometedor Villas-Boas a los mandos pero la más que posible mala relación con los pesos pesados y la mala trayectoria en competiciones locales provocaron su marcha.

Llegó Di Matteo y se adaptó a la situación de un vestuario gobernado por los Terry, Lampard y Drogba, que marcan el rumbo a seguir aunque conlleve navegar contracorriente. El preparador italiano consiguió recuperar la confianza y la competitividad de un equipo que parecía sin alma pero que permanecía en un estado latente en espera de un estímulo.

Y así fue avanzando rondas, sin grandes alardes pero con oficio y la sabiduría que otorga la experiencia. La eliminatoria contra el Barcelona fue el mejor ejemplo, no eran los mejores con la pelota y lo sabían, pero eran los mejores sin la pelota y lo sabían. Con esta idea clara se plantaron en 180 minutos como una valla alrededor de su propia área pero con el espino que son la velocidad de Ramires y la potencia de un superlativo Drogba.

Cada vez queda menos para saber quien se alzará con la corona europea y desde España lo observaremos con la envidia de lo que pudo ser pero que no fue y con la cabeza gacha por vender la piel del oso antes de cazarlo. Llegaron los que lo merecieron, pese a quién pese, los que tuvieron las ideas más claras aunque con estilos enfrentados, y o bien el Chelsea, o bien el Bayern, levantará el más preciado de los tesoros futbolísticos a nivel de clubes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario